viernes, 14 de abril de 2017

Crítica Tokyo.Sora: primeros pasos de la delicadeza de un estilo.


Una fijación por las expresiones humanas tanto corporales como faciales; historias acerca de personas, en la mayoría de casos mujeres, con sus más o menos serios problemas que nos les impiden seguir adelante con sus vidas; un gusto exquisito por las composiciones visuales normalmente acompañadas de una fotografía fría para enfatizar la situación agridulce de sus personajes; una visión contemplativa de los escenarios y el paisaje… Prácticamente todas las obsesiones y elementos que caracterizan a este insólito director se encuentran ya aquí, en su ópera prima que no se contenta con lo fácil y apuesta bien alto aun con el riesgo que esto conlleva.

A través de la figura de seis mujeres diferentes se nos cuentan distintas dificultades a las que uno puede verse sometido: la soledad que en menor o mayor medida siempre forma parte de todos, el miedo a tomar decisiones que no sabemos que nos depararán… La vida es complicada, hay personas con más oportunidades que otras y hay que saber afrontar esta injusticia que nos viene dada, aun sabiendo que esto es así, hay que procurar no limitarse con vivir y hacerlo lo mejor que podamos, luchar por nosotros mismos ¿No es así, Ishikawa?



Al ser esta una obra que intencionalmente no pretende conformarse con poco, los obstáculos que pueden surgir en un director primerizo, aumentan. La irregularidad es algo que está presente aquí, pero que no hace tanto daño como podría parecer, evidentemente hay unos picos que alcanzan más nivel que otros, pero sería injusto quedarse solo con esa superficie. Esa desigualdad que contiene la película entre unos momentos y otros no hace más que aportarle un aire independiente y despreocupado que juega muy a su favor ¿Qué hay escenas más potentes que otras? Sí ¿Qué todo en su conjunto funciona y encaja con una armonía que ya querrían muchos? También.

De entre sus dos siguientes films con el que encontramos un mayor grado de semejanza aquí es con el último. Mientras que Su-Ki-Da intenta contar una historia acercándose más a como se suele entender esto convencionalmente (aun sin perder su personalidad), tanto en esta como en Petal Dance no hay una intencionalidad igual detrás, aunque no se deje completamente de lado la historia sí que se busca un mayor grado de abstracción por parte del espectador. Si bien, en la última obra del realizador esto se consigue mejor gracias a una escalada en madurez y seguridad respecto a Tokyo.Sora, sigue habiendo un resultado más que satisfactorio. Con algunas imágenes que nada tienen que envidiar a las de sus posteriores cintas (esa joven con curiosidad asomando su cabeza por un lado del lienzo) Ishikawa consigue impregnarnos de su visión y hacernos experimentar su película de esa manera tan particular que solo él sabe imprimir en pantalla.